Por Jesús Gómez Morán
Comentario a “En la otra orilla del silencio”
Que la figura de Fernando Pessoa (junto con la de Mário de Sá-Carneiro) eclipsa todo el panorama de la poesía en lengua portuguesa perteneciente al siglo XX es tan evidente que su sombra ha caído incluso sobre otros autores lusitanos de este mismo periodo. Y la respuesta a tal hecho, de este lado del Atlántico, ha sido doble. Por un lado la tradición poética brasileña ha legado nombres de la talla de Manuel Bandeira, Mário y Oswald de Andrade, Murilo Mendes, Carlos Drummond de Andrade y Cecília Meireles quienes constituyen una generación áurea a la que posteriormente habrán de unirse João Cabral do Melo Neto, Lêdo Ivo y Haroldo de Campos: es decir, lo que en Portugal se presentó con dos nombres que acapararon la atención del llamado “Modernismo” (que correspondería al movimiento de vanguardia tanto lusitano como brasileño), en Brasil arrojó una pléyade de poetas colosales.
Por otro lado, habría que considerar que en el entorno de la cultura popular la tradición lírica brasileña ha aportado un amplio listado de auténticos trovadores de la talla de Vinícius de Morães, Milton Nascimento, Chico Buarque de Holanda (quien además es novelista), Caetano Veloso y un largo etcétera que sería prolijo enumerar aquí. Sin embargo la mención permite destacar un par de cualidades de esa gramática de colores que de por sí detenta la tradición poética de Brasil: la cadencia y la sonoridad. Y esto se constata con este libro que la curiosidad intelectual, pero sobre todo la empática afición de Fernando Reis (juntando el nombre y el apellido de uno de los heterónimos de Fernando Pessoa) como editor y con su propio trabajo como traductor ha entregado. Pongo un ejemplo del poema “Sete irmãs” de José Inácio Vieira de Melo:
Essas sete musas mal-assombradas
de cabeleiras ruivas, encardinadas,
são santas de bocetas encarnadas
trazem entre as mãos minhas sete vidas.
As cabeleiras ruivas dessas musas
são trepadeiras místicas en rito,
um anelo claro como um oráculo
a escalar as formas breves do mito.
São sete noites vividas por Borges,
são sete fadas da ilha de Lesbos,
são sete acordes de Joaquin Rodrigo,
são sete facas de Aderaldo, o Cego.
El caso es que, como se dice popularmente, en esta obra compilada por José Geraldo Neres se juntaron el hambre con las ganas de comer. En el trabajo de todos los colegas se conjuntó la autenticidad y la acuciosa dedicación para intentar que las cualidades señaladas de este tipo de poesía se mantuvieran al ser vertidas al español. En cuanto a mi participación, tengo que agradecer a Fernando hacerme cómplice en esta aventura que me llevó a refrescar mis clases de portugués en el CELE. Sintiéndome contento, aunque no satisfecho del todo con el resultado, tengo que reafirmar esa idea de que todo poema es revelación y misterio, y de los poemas de los excelentes autores que son Beatriz Bajo y Marco Vasques, puedo decir que al traducirlos se reveló, para mí antes que para nadie, parte de la belleza y de las implicaciones simbólicas que contienen, pero que aún quedan varios detalles cubiertos bajo un atrayente halo de misterio.
Ahora bien, conociendo a Fernando desde tiempo atrás cuando compartimos numerosas veladas escuchando a Gal Costa o a Elis Regina cantando “Aquarela do Brasil”, la pregunta nació de modo inevitable: ¿cómo es eso del “Brasil brasileiro”, “coqueiro que da coco” o el “pente que te penteia”? En ese momento la única conjetura plausible consistía en hacer énfasis en la acción, aunque reconozco que la explicación para nuestra extrañeza cultural y lingüística era pobre. No sé si ahora estemos en condiciones de despejar semejante enigma, pero sí creo que en esos días se fraguó en él la necesidad de impregnarse del ambiente que produjeron tales expresiones literarias. Para explicarlo necesito hacer un paréntesis. Estoy convencido de que hay dos formas de salir del patio de vecindad en que uno viva. Una es leyendo; la otra es viajando (y ahora que lo pienso, la aventura de traducir es un compendio de ambas). Creo que Fernando Reyes obtuvo la autorización para llevar a cabo esta empresa en gran medida debido a su espíritu viajero: Cuba, Canadá, Francia, Europa del Este son parte de los sellos que tiene su pasaporte, tanto el oficial como el intelectual. Esta referencia nos sitúa de golpe en uno de los propósitos de esta obra, si no es que el más importante: trasladarnos a otras latitudes. Consideremos por ejemplo el mensaje plástico de la portada, esa ilustración propia de de la geografía bahiana (de São Salvador do Bahia, pues) en la que se empiezan a encender algunas luces, mujeres y hombres aparecen terminando sus faenas diarias y la serenidad del anochecer inunda el panorama.
Toda traducción es un puente y constituye una ligazón. Por ese espíritu festivo, por lo elaborado de su gastronomía, por la pasión futbolera, México y Brasil tienen vínculos estrechos que se aproximan aún más con el puente establecido a raíz de la publicación de En la otra orilla del silencio. Antología de poetas brasileños contemporáneos. Si el lector al repasar sus páginas, más que sentirse trasladado, se siente ubicado como si fuera parte de ese ámbito que les dio origen, creo que todos los que tuvimos participación para hacerla posible tendríamos que sentirnos bastante congratulados.
Jesús Gómez Morán
Instituto de Investigaciones Filológicas. Universidad Nacional Autónoma de México.
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